Mitos y leyendas III

 En esta ocasión vamos a contarles una historia (que veremos si tiene más de mito o de realidad) acerca de un ingeniero que inventó una máquina que hacía llover. Pero de eso vamos a ocuparnos más adelante.

Lo primero es lo primero, así que vamos con la historia de hoy:

  

Vamos a comenzar refiriéndonos a Villa Luro que se desarrolló en principio sobre lo que era una zona de chacras que fueron loteadas y transformadas en quintas de menor tamaño. En 1911 se inauguró allí la estación ferroviaria que recibió el nombre de Villa Luro, en homenaje a don Pedro Luro, quien en 1890 había comprado estas tierras en las que habría de nacer el actual barrio.

Si querés saber más sobre este barrio, les dejamos dos enlaces interesantes (hagan click en la imágenes)

      

Ahora sí nos toca hablar de Juan Baigorri Velar, quién ha nacido en Entre Ríos, en 1892, cursó estudios en el Colegio Nacional de Buenos Aires y luego, en Italia, se recibió de ingeniero geofísico en la Universidad de Milán. Gracias a sus empleos en empresas petroleras, tuvo la oportunidad de conocer varios países. Estudiaba alternativas para la detección de determinados minerales y de cursos de agua subterráneos, para lo cual ideaba distintos aparatos.

Era 1926 cuando trabajaba en Bolivia, posiblemente en forma accidental, comprobó cómo, con una máquina de su invención, había hecho llover.


 Luego de vivir un tiempo en el barrio de Caballito, se radicó en Villa Luro, en una casa ubicada en Araujo y Falcón, junto a su esposa y su pequeño hijo. La elección no fue fortuita: provisto de un altímetro recorrió la ciudad de este a oeste a través de la avenida Rivadavia y comprobó que Villa Luro registraba los terrenos más elevados de la ciudad.

Su invento comprendía una caja de dimensiones similares a la de un televisor de 20 pulgadas, que contenía una batería, cinco metales radioactivos y diversas sustancias químicas. Poseía dos circuitos: uno para provocar tornados y ciclones, y otro para lluvias intermitentes, "que solo yo puedo manejar", advertía el ingeniero. Coronaban el aparato dos antenas que representaban los polos positivo y negativo. Ellas eran las encargadas de enviar al cielo las emisiones electromagnéticas que provocaban la lluvia.

                                        

Como todo emprendimiento que precisa un desarrollo, Baigorri buscó apoyo. Se reunió con Ronald McRae, gerente del Ferrocarril Central Argentino, quien lo desafió: "Haga llover en Santiago del Estero". El 22 de diciembre de 1937 viajó a Estación Pinto, localidad del sur santiagüeño, a 245 km de la capital, donde hacía tres años que no caía una gota. Supervisado por Hugo Miatello, funcionario del ferrocarril, efectivamente hizo llover.

Con el tiempo logró  aumentar la potencia del aparato, provocando un temporal en la capital provincial, donde habían perdido la cuenta de cuándo había sido la última lluvia. A su regreso a Buenos Aires, fue llevado en andas en la Estación Retiro y de ahí a las oficinas del Ferrocarril Central Argentino.

El ya bautizado “Mago de Villa Luro” o más cariñosamente, “Baigorrita” hasta desafió al Servicio Meteorológico y fue tal la repercusión que que los medios gráficos , en especial los diarios Crítica y Noticias Gráficas, solían titular en primera plana: "Como lo pronosticó Baigorri, hoy llovió".

  

  

Pero no todo fue alegría. Hubo algunos momentos en los que tuvo problemas con su invento y el apoyo que él esperaba (no solo anímico sino también económico) se fue diluyendo.

Podemos observarlo en esta entrevista (una joyita de archivo), cuando algunos inconvenientes lo obligaban a dar explicaciones y hasta animarse a redoblar la apuesta.

  

Recluido en su casa, destruyó los planos de su máquina, de la que se supone que había fabricado dos. Lo que pasó con ellas es un misterio. Falleció el 24 de marzo de 1972, un día después de conmemorarse el Día Mundial de la Meteorología. Ah, como dijimos en la narración…ese día llovió

¿Habrá sido casualidad o realmente  la máquina hacía llover?

Y…fueron muchos aciertos, hasta les diríamos que más de los que habitualmente tienen los Servicios Meteorológicos.


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